Los Institutos Nacionales de Salud (NIH), el principal organismo estatal de investigación médica en Estados Unidos, señalan que la cantidad de magnesio que necesita a lo largo de la vida va variando en cada etapa y también es diferente según el género. Los adolescentes y hombres deben ingerir una cantidad recomendada de 400 a 420 mg del mineral cada día, mientras que para las mujeres se aconseja unos 310 a 320 mg, y en el embarazo la dosis debe elevarse a 360 mg.
Cuando tenemos un bajo nivel de este mineral, comenzamos a experimentar diversos síntomas que pueden pasar desapercibidos, pero a los que hay que prestarles atención. En un estudio publicado en MDPI (Multidisciplinary Digital Publishing Institute), una editorial de revistas científicas, se sostiene que los primeros cuatro síntomas de un bajo nivel de magnesio son debilidad muscular, pérdida de apetito, fatiga, náuseas y vómitos.
1. Debilidad muscular
La debilidad muscular como uno de los síntomas asociados a un bajo nivel de magnesio se debe a que la deficiencia de este nutriente altera procesos esenciales tales como la contracción muscular y la transmisión de impulsos nerviosos en las células musculares, lo cual tiene el potencial de causar debilidad muscular.
2. Pérdida de apetito
La pérdida de apetito debido a falta de consumir suficiente magnesio es la consecuencia de otros síntomas como lo son las náuseas y los vómitos. La sensación desagradable que ambos tipos de malestar provocan en el estómago da como resultado que las ganas de ingerir alimentos disminuya.
3. Fatiga
La importancia de consumir una cantidad adecuada de magnesio reside en su amplia influencia en diversas funciones del organismo. En este caso, la fatiga está relacionada con la debilidad muscular porque un nivel bajo de magnesio puede desencadenar un desequilibrio en sustancias importantes como el potasio.
4. Náuseas y vómitos
El magnesio contribuye con la regulación de algunos neurotransmisores en el cerebro, como la serotonina, que se encarga de controlar la aparición de náuseas y vómitos. Además, este nutriente también interviene en la regulación de las contracciones.
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