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La historia del colombiano que durmió una semana en un aeropuerto de España

“Muchos decían que era fácil: que era llegar a España y encontrar trabajo. Que nada más aterrizar la vida te cambiaba al instante. Pero no es como lo pintan, la realidad es muy distinta… Al principio te toca sufrir y llorar”.

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Este joven llegó a la capital el martes 25 de octubre con un objetivo: ayudar económicamente a su madre y tres hermanos, “de clase baja”, a distancia. Se había gastado todos sus ahorros en el billete de avión (ida y vuelta para poder entrar en territorio español), sobrándole poco más de 400 euros para su estancia en la capital. “Planifiqué gastarme 100 euros al día, entre comida, transporte y hostal. Había calculado que en esos cuatro días encontraría un trabajo”.

Pero no. Recorrió bares, tiendas y se postuló como peón de construcción, y en todos obtenía una negativa por respuesta, sintiéndose “humillado” algunas veces por la forma en que le despachaban. En un abrir y cerrar de ojos se vio sin dinero, sin techo y con un océano que le separaba de sus seres queridos.

Su primera noche sin alojamiento se la pasó subiendo y bajando la Gran Vía, maleta en mano, al no poder dormir por el frío. La segunda, viendo que adquiría el mismo matiz, optó por acudir al aeropuerto, de los pocos lugares que conocía y donde, pensó, al menos no se quedaría congelado.

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Durante una semana estuvo alternando entre la T1, T2 y T3, buscando los baños menos solicitados para cobijarse y dormir algo. “Como la luz era automática me metía en un hueco bajo los lavabos. Cada vez que entraban las chicas de la limpieza me tocaba salir, una de ellas hasta se enfadó conmigo”. Y agrega: “Comía una vez al día, las máquinas del aeropuerto son muy caras. Pero después del segundo día me tranquilicé bastante. Creo mucho en Dios y sabía que en algún momento cambiaría mi suerte”.

Y cambió. La noche del sábado 5 de noviembre, un compatriota colombiano acudió hasta Barajas y le hizo un vídeo que colgó en Facebook. Se hizo viral y, sin que le diera tiempo a asimilar dicha repercusión, vio cómo su móvil no paraba de sonar. Una oleada de “cientos y cientos” de llamadas y whatsapps brindándole cama, comida y aseo que le pilló totalmente “por sorpresa”.

Tomado de : El Tiempo

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