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Montería: ¿Qué pasó con el acosador de inDriver?

Por: Víctor Daniel Hernández

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Hace unos días en la ciudad de Montería, una mujer fue víctima de acoso por parte de un desadaptado social, un hombre con una mirada muy poco normal, sus ojos destilaban asquerosidades-perversidades y su mente ni que pensar; la gente reclamaba con vehemencia para que se hiciera justicia, así fuera por mano propia, el hecho era impensable, todos los posibles escenarios eran repugnantes. No se si es solo mi sentir, pero el apoyo de la multitud enardecida ha desaparecido como la vida de Melquíades en el soñado Macondo.

 

Quizás algunos no le den la importancia irrestricta, pero durante esos días y la multiplicidad de confesiones que salieron a la luz acerca del mismo agresor, logró tejerse una red y un modus operandi del troglodita, un potencial violador obstinado en cometer sus crímenes pero casi nunca lograba consumar su querer; ya basta de pregonar justicia detrás de una pantalla y salgan a las calles con pancartas, convoquen una protesta pacífica ante el gobierno municipal para que esto no vuelva a ocurrir a ningún hermoso ser, llamado mujer.

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Camila y demás víctimas, no te conozco, no las conozco, pero esa angustia, desespero, impotencia, frustración, no debería volver a incrustarse en la cotidianidad de ninguna.

 

Montería, mi tierra de ensueño, se ha convertido en el epicentro del acoso, la impunidad. La constante agresión es tan alta que las calles son el Disney de los victimarios, cuan felices serían Luis Fernando Garavito, Javier Velazco Valenzuela, Fredy Armando Valencia “el monstruo de Monserrate”, Uribe Noguera y unos tantos mas despreciables en esta ciudad que grita tan fuerte como el gallo que canta ante la aurora sonrosada que aparece en el oriente y poco después calla como el viento del atardecer.

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No es justo que esto siga sucediendo, no es justo que los padres se sientan preocupados y/o agobiados con sus hijas cuando salen un viernes por la noche, necesitamos mayor prevención antes de caer en los pesares de una tragedia.

 

Y créanme niñas, la vida se contrae y expande en proporción directa a nuestro coraje.

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¡Justicia!

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