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La reforma del lapicero

Por: Marcos Daniel Pineda García

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En el año 2003, se aprobó en el Congreso de la República una Reforma Política que introdujo grandes aciertos a la democracia colombiana, permitiendo que pasáramos de 72 a menos de 20 partidos políticos, organizando la elección por listas y dejando a cada partido la decisión de inscribirlas abiertas o cerradas, según sus propios criterios.

Creo en los partidos políticos como plataformas para conducir proyectos y somos conscientes que es necesario seguir avanzando en su consolidación. Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con uno de los puntos centrales de la nueva Reforma Política planteada por el Gobierno nacional, que actualmente se debate en el Congreso.

Eliminar las listas abiertas con voto preferente y dejar listas cerradas para todos los cargos de corporaciones públicas, significaría retroceder peligrosamente, para pasar de una democracia participativa a una democracia impositiva. Se invertirían los papeles y sucedería algo contradictorio: en lugar de los candidatos ir a conquistar votos a los barrios, corregimientos y veredas, deberán ir los líderes a Bogotá a hacerle lobby a un lapicero centralista.

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¿Se imaginan armar una lista cerrada para el Concejo de El Banco en Magdalena, San Antero en Córdoba o Soplaviento en Bolívar? Y como estos, hay muchos más ejemplos de municipios en los que el número de habitantes permite listas al Concejo de tan solo 11, 13 y 15 miembros; sería una escasa minoría de colombianos, quienes podrían aspirar a cargos de elección popular.

No habría espacios para la renovación de liderazgos regionales y distanciaría la política de la gente, desestimulando la entrada de nuevos actores a la contienda electoral. Estamos en un momento en que la sociedad exige una política en la que el candidato y luego el elegido, sea cercano a sus electores, y claramente, la lista cerrada se traduciría en una política tirana, distante y poco empática con el ciudadano.

Colombia ha demostrado que la fuerza de un caudillo hace brillar una lista, como ocurrió en el año 2014 con el Centro Democrático y recientemente, en el 2022 con el Pacto Histórico y eso es respetable. Sin embargo, hay partidos como el nuestro -Partido Conservador-, cuya representación en el Senado es la sumatoria de liderazgos regionales. Son dinámicas diferentes y todas se tienen que aceptar en democracia.

No podemos quitarle al ciudadano la posibilidad de decidir si quiere votar por un partido o por un líder que lo represente localmente. ¡La democracia es libertad y la libertad no se puede limitar!

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Tenemos que legislar también para las futuras generaciones, y yo quiero pensar en los miles de jóvenes líderes que tienen el sueño de ocupar curules en diferentes corporaciones, y que lo puedan lograr a través de un ejercicio libre y democrático, conquistando su electorado a voto limpio.

A la Reforma Política le faltan aún seis debates y espero que el Congreso de la República garantice la libertad de decisión de los colombianos para elegir y ser elegidos. Que sea la fuerza de los resultados y el compromiso con los electores, lo que refrende la voluntad popular para ser reelegidos a las diferentes corporaciones públicas y no el poder centralista de un lapicero rosquero y excluyente.

Por: Marcos Daniel Pineda García

En el año 2003, se aprobó en el Congreso de la República una Reforma Política que introdujo grandes aciertos a la democracia colombiana, permitiendo que pasáramos de 72 a menos de 20 partidos políticos, organizando la elección por listas y dejando a cada partido la decisión de inscribirlas abiertas o cerradas, según sus propios criterios.

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Creo en los partidos políticos como plataformas para conducir proyectos y somos conscientes que es necesario seguir avanzando en su consolidación. Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con uno de los puntos centrales de la nueva Reforma Política planteada por el Gobierno nacional, que actualmente se debate en el Congreso.

Eliminar las listas abiertas con voto preferente y dejar listas cerradas para todos los cargos de corporaciones públicas, significaría retroceder peligrosamente, para pasar de una democracia participativa a una democracia impositiva. Se invertirían los papeles y sucedería algo contradictorio: en lugar de los candidatos ir a conquistar votos a los barrios, corregimientos y veredas, deberán ir los líderes a Bogotá a hacerle lobby a un lapicero centralista.

¿Se imaginan armar una lista cerrada para el Concejo de El Banco en Magdalena, San Antero en Córdoba o Soplaviento en Bolívar? Y como estos, hay muchos más ejemplos de municipios en los que el número de habitantes permite listas al Concejo de tan solo 11, 13 y 15 miembros; sería una escasa minoría de colombianos, quienes podrían aspirar a cargos de elección popular.

No habría espacios para la renovación de liderazgos regionales y distanciaría la política de la gente, desestimulando la entrada de nuevos actores a la contienda electoral. Estamos en un momento en que la sociedad exige una política en la que el candidato y luego el elegido, sea cercano a sus electores, y claramente, la lista cerrada se traduciría en una política tirana, distante y poco empática con el ciudadano.

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Colombia ha demostrado que la fuerza de un caudillo hace brillar una lista, como ocurrió en el año 2014 con el Centro Democrático y recientemente, en el 2022 con el Pacto Histórico y eso es respetable. Sin embargo, hay partidos como el nuestro -Partido Conservador-, cuya representación en el Senado es la sumatoria de liderazgos regionales. Son dinámicas diferentes y todas se tienen que aceptar en democracia.

No podemos quitarle al ciudadano la posibilidad de decidir si quiere votar por un partido o por un líder que lo represente localmente. ¡La democracia es libertad y la libertad no se puede limitar!

Tenemos que legislar también para las futuras generaciones, y yo quiero pensar en los miles de jóvenes líderes que tienen el sueño de ocupar curules en diferentes corporaciones, y que lo puedan lograr a través de un ejercicio libre y democrático, conquistando su electorado a voto limpio.

A la Reforma Política le faltan aún seis debates y espero que el Congreso de la República garantice la libertad de decisión de los colombianos para elegir y ser elegidos. Que sea la fuerza de los resultados y el compromiso con los electores, lo que refrende la voluntad popular para ser reelegidos a las diferentes corporaciones públicas y no el poder centralista de un lapicero rosquero y excluyente.

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