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Las competencias universales: desafíos para la educación del siglo XXI

Por: Adriana Suárez de Lacouture

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No cabe la menor duda que los tiempos que vivimos hoy son quizá los más complejos que han discurrido en el planeta después de la segunda guerra mundial. El último año ha estado lleno de profundas incertidumbres, de constantes miedos, para toda la humanidad.

Sin embargo, esta segunda década del siglo XXI se nos presenta como el escenario ideal para asumir nuevos y desafiantes retos que contribuyan a construir un mundo mejor: mucho más seguro, más democrático, basado en principios de equidad, justicia social y en donde el conocimiento científico sea el verdadero soporte para el desarrollo regional y territorial.

Dentro de estos grandes desafíos para asumir los retos del presente siglo, la formación de nuevo talento humano ocupa un lugar especialmente preponderante y significativo para entender la crisis mundial. Contar con nuevos seres humanos, con nuevos profesionales, capaces de transformar la actual realidad, con imaginación, creatividad, optimismo, ética y mucha innovación, son algunas de las nuevas competencias que en las aulas universitarias debemos empezar a desarrollar como destrezas vitales para construir un mundo mejor.

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Algunos hoy las llaman “competencias blandas” o soft skills, para lo que implica formar y desarrollar en nuestros estudiantes unos “nuevos saberes y actitudes” que les permitan prepararos para transformar el planeta. Desde aquí, preferimos llamarlas mejor “competencias universales”, como el cúmulo de habilidades, destrezas, aptitudes y actitudes que nos permitirán desarrollar hoy y a plenitud las inteligencias sociales, afectivas, el liderazgo, la buena comunicación y las inteligencias múltiples en los seres humanos, tan vitales para fortalecer el trabajo en equipo como para cambiar las maneras de relacionarnos y de actuar socialmente.

Formar hoy en “competencias universales”, implica entonces asumir unos nuevos aprendizajes que desarrollen en los estudiantes sus competencias comunicativas; sus habilidades de creación, innovación y emprendimiento; sus destrezas sociales para relacionarse y trabajar socio-afectivamente en equipo y sus virtudes dialógicas para la negociación y resolución de conflictos.

El reto está en la educación, en comprender que ya pasaron los tiempos de los aprendizajes memorísticos, de las linealidades en la formación y de los modelos conductistas de formar para premiar o castigar. Hoy la educación, además de seguir profundizando en los mundos de las “disciplinas científicas”, en resultados de aprendizaje y en nuevos enfoques metodológicos y didácticos, también debe iniciar la tarea de formar en la innovación, en la gestión del conocimiento, en el manejo de estrés, en la capacidad adaptativa y en el liderazgo para el cambio y la transformación organizacional.

Las competencias universales a diferencia de las “competencias duras” o las hard skills son entonces en nuevo escenario de la formación y del aprendizaje en el aula universitaria, en donde formar en la empatía, en las habilidades comunicativas, en la proactividad, resiliencia, liderazgo, innovación, emprendimiento, gestión, resolución de problemas, positivismo y actitud de cambio se convierte en elemento esencial y diferenciador de los nuevos profesionales del siglo XXI.

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Seguramente, cuando el pensador Edgar Morin, padre del pensamiento complejo, habló de la necesidad urgente de formar las “ciudadanías planetarias” como una estrategia para “salvarnos”, estaba también refiriéndose a la urgencia de construir un nuevo ser humano, más cercano a los demás, más sensible con los dolores del mundo y lleno de “competencias universales”.

*Rectora Unisinú -sede Montería

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