Opinión

Preocupación juvenil

Por Jorge Fernando Córdova @Jorge Fernando Gómez Córdoba

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Son muchos los motivos que pueden atentar contra la plenitud de un joven que en tiempos contemporáneos puede llegar a requerir tantos objetivos que pareciera que una vida no alcanzara. Pero el no tener trabajo afecta su economía, la de sus hogares y está afectando la dignidad de toda una generación.

El joven está perdiendo el amor propio al no estar generando ingresos, y la herida se ahonda cuando otros los señalan de inútiles y les sacan en cara sus “triunfos”. No ha existido un tiempo donde la gente exponga más su estilo de vida como el que estamos viviendo, se gana para mostrar antes que, para vivir, y la juventud cayó de lleno en esta vanidad moderna.

Las multitudinarias marchas y protestas que se vienen presentando en Colombia desde hace semana (casi todas pacificas) y soportadas en los jóvenes, tuvieron como embrión una reforma tributaria que podía tener algunos fines necesarios, pero con una fuente de recursos equívocos. Pero la gran preocupación de la juventud gira en torno a que son una generación con perspectivas económicas decrecientes.

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Según la OCDE, Colombia es el tercer país con más desempleados jóvenes con 27,5%, sólo por debajo de España e Italia, países que tienen una mejor calidad vida que el nuestro y donde los jóvenes cuentan con el auxilio de sus familiares y existe un considerable gasto por parte del Estado a favor de aquellos no pueden emplear su fuerza de trabajo.

Las cifras son pavorosas, el DANE indica que hay más de 1,6 millones de jóvenes que buscan trabajo y no encuentran, y más de 5,5 millones inactivos. Son millones de personas que no le están poniendo sacar a provecho a la época de sus vidas donde más potencial y energías tienen para desarrollarse en lo económico, profesional y en lo intelectual.

Los jóvenes están comenzando a ser conscientes de que tener estudios formales está lejos de ser lo necesario para conseguir un puesto laboral y que obtener un ingreso en la economía formal por encima de un salario mínimo es un privilegio para unos cuantos “iluminados”. Por otro lado, la población entrada en la etapa adulta está lejos de pensionarse o no lo va a lograr, lo que conlleva a que deban seguir trabajando arduamente hasta el final de sus días, cerrando más espacios a un estamento que cada vez comienza su etapa laboral más tarde y en peores condiciones.

La propuesta para los jóvenes no puede ser precarizar el trabajo y ofrecerles labores por horas, y muchos menos decirles que si no emprenden es porque no quieren o solo buscan ser empleados. Eso no es más que una confesión del Estado y la clase dirigente respecto a su incapacidad para resolver el magno problema. Pero si la juventud sigue demostrando desdén por la política y sigue invirtiendo tanta atención y esfuerzo en la exposición de las redes sociales, seguramente estarán avocados a renunciar a sus sueños, a entregarse a otros o en el peor de los casos, contemplar que la criminalidad es la opción.

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