Opinión Por:Jorge Fernando Córdova
Hace tres años. Hemos ganado nuevamente pero este tipo sacó una votación muy alta, debemos tener mucho cuidado. Desde los tiempos del hombre en los billetes de mil no había visto tanta algarabía por un discurso.
Polarización. Este país está muy demarcado, las fuerzas se están equilibrando y percibimos que la gente ya no nos cree como antes. Estos jóvenes andan muy inquietos y las benditas redes sociales juegan en nuestra contra.
Elocuencia y verbo. El Capitolio es el escenario perfecto para que este sujeto nos ponga el país en contra, ya lo hizo una vez y ahora lo repite con más fuerza. Y es que habla tan bien que atrapa con su verborrea a propios y a ajenos. Que lo vieran con las bolsas no causó tanto efecto.
Los chamos y el del copete. Ya no está funcionando hablar tanto de los petroleros y el hombre del mostacho. Y para rematar el padrino del norte perdió. ¿Qué nos inventamos ahora?
El hacendado. Tenemos que ser sinceros, el don ha perdido mucha popularidad, ya no es garantía de triunfo. Mientras “el Che” orense gana adeptos.
Cítrica. Esa economía naranja ni nosotros la hemos entendido, es un fiasco. Pero morimos con ella.
Llamemos a los de los bolsos anaranjados.
El virus. No puede ser, tan regular que nos está yendo con el aprendiz y ahora esta pandemia nos pone en la cornisa. Se le están dando las cosas al soviético sinuano.
Los huevos. Habíamos dicho que mientras estuviera el virus una reforma ni por el chiras. Pero ahora resulta que este pueblo se las tira de revolucionario y no nos van a dejar recaudar los impuestos necesarios para que compren los huevos a 150 pesos.
Los salseros. ¿Pero desde cuándo el chontaduro y el cholado pone tan arrebatada a la gente? ¿Acaso no eran solo buenos para bailar? Hasta al ilustre don Sebastián tumbaron.
Los hombres de verde. Definitivamente la casa del traductor no la volvemos a ganar en las urnas, y para colmo de males, el heredero de Karl se está acercando a la mitad más uno según las encuestas.
Llamen a los uniformados de verdes, a los de las armas largas. Qué tomen las riendas de toda la finca.
¡Ajúa!