Opinión

La sonrisa marchita del “Caño Bugre”

Por Julio Manzur Abdala

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No siempre fue marchita la sonrisa del Caño Bugre, ni triste su historia. Los jóvenes que viven en los 5 municipios que atraviesa en sus 33 kilómetros de recorrido no conocen su historia, solo guardan la imagen de ese caño enfermo que se debate entre la vida y la muerte. Al Bugre solo lo salva un milagro llamado Ministerio del Medio Ambiente, a través de la acción dinámica del actual Ministro, hijo de Córdoba, Carlos Eduardo Correa.

Llamé al ministro Correa días antes de su posesión para felicitarle por su posible nombramiento y para pedirle que dejara una huella profunda e histórica en su vida administrativa, llevando a cabo la recuperación del Caño Bugre, aprovechando sus excelentes relaciones con Organismos y Fundaciones Internacionales que defienden el medio ambiente y las fuentes de agua, invirtiendo capital, tecnología y equipos.
Su respuesta fue firme y positiva como nunca ningún alto funcionario de un gobierno me había respondido: “lo haré Julio, cuenta con eso, será mi prioridad”.
Y, a fe, que está cumpliendo su promesa.

Su iniciativa no se ha hecho esperar, visitó el Caño en compañía de técnicos del Ministerio y él mismo se encuentra al frente de la misión “Rescate”. En ese loable propósito están empeñados el alcalde de Cereté, Antonio Rhenals y su equipo de trabajo, los amigos del Grupo “El Bugre somos todos”, El Meridiano de Córdoba, el Representante Wadith Manzur Imbett, los periodistas de Chica Noticias y de otros medios de comunicación y muchos amigos. Todos estamos atentos a los pasos que se deben seguir para lograr el sueño de la recuperación de esa arteria fluvial de alto impacto ambiental, social y económico “El Caño Bugre”. ¡Vamos Ministro Carlos Eduardo Correa, sí se puede!

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Mi pasión por cuidar la naturaleza crece con mi profesión de Ingeniero Agrónomo y se fortalece durante los más de 20 años de permanencia en la Comisión V del Senado de la República, encargada de legislar sobre temas agropecuarios, mineros y ambientales, pero mi amor ilimitado por el Caño Bugre tiene su origen en el agradecimiento, he aquí el anécdota: caminaba delante de mi hermano de 6 años, José Elías, por el delgado borde de la muralla rumbo al colegio de “La Niña Lola”, cuando mi hermano con su pesado maletín cayó a las aguas turbulentas del caño. Me percaté por los gritos de personas que se lanzaron sin pensarlo a salvarlo. Pude ver asustado como El Bugre, abría sus brazos poderosos permitiendo que lo sacaran con vida…guardo en mi corazón eterno agradecimiento por aquellos anónimos y silenciosos héroes y por el caño.

Tengo edad para contarle a esa juventud que aquella sonrisa del Bugre del ayer, no fue siempre serena y agradable, pues en algunos inviernos desbordaba su ira inundando calles y campos y arrasando con fuerza lo que a su paso encontrara, para luego regresar a su lecho como si nada hubiera sucedido, entonces nos regalaba una sonrisa, tan amplia como la gran distancia que separaba sus dos orillas y tan luminosa que inspiraba las historias del comercio vigoroso de Cereté, en los primeros 60 años del pasado siglo y la de aquellos alegres pescadores que con danza de atarrayas despertaban al sol en las mañanas y lo acostaban con sus cantos de las sabanas, satisfechos de sus faenas. Sus aguas eran tan abundantes en pescados, que niños y adultos jugábamos a la pesca en épocas de subienda, utilizando sacos de fique o algodón, los cuales se llenaban de bagres y bocachicos, en un santiamén.

El Caño del que nos hablaban los abuelos gozaba de sana alegría, estaba vivo… pero, la generación del siglo XX, marchitó su esplendor y eliminó sus placeres. las autoridades ambientales y los habitantes de la región que debieron protegerlo, le dieron la espalda llevando su grandeza a la postración total, lo que hace necesaria una urgente intervención ambiental.

No le es posible a los de corta edad, recordar la presencia de los barcos que navegaban entre sus verdes riberas pobladas de árboles enormes, campanos, guaimaros y caracolí (llamadores de agua), algarrobillos, totumos, mangos, polvillos, mataratones y robles, los cuáles captaban el CO2 — dióxido de carbono -para convertirlo en O2, oxigeno vital y, protegían el suelo de sus costillas evitando su erosión. Esos árboles con los años fueron devorados por el golpe de las hachas de colonizadores, que hoy moran en sus faldas.
Los barcos iban y venían de Mompox, Cartagena y Barranquilla, tenían como puerto de embarque de carga y pasajeros, el frente del mercado de Cereté, el cuál en sábados, domingos, Semana Santa y Navidad, se alegraba con ese comercio generoso, diverso y familiar. En esa especie de fiesta el caño era jugador indispensable.

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El camino para recuperar el Bugre, es sin duda, largo, culebrero y costoso (más de $250.000 millones). Para lograr el noble objetivo se hace necesario reubicar las 2600 familias que viven a lado y lado de su cauce, construir viviendas amplias y confortables que cuenten con servicios públicos y tecnología, donde existan lugares de esparcimiento y diversión que permitan mejorar la calidad de vida de sus habitantes, constituye más que un reto del gobierno, una obligación.

La sociedad del ayer y la de hoy tienen una deuda pendiente con ese brazo del río Sinú, al ser los causantes de la contaminación de su lecho, al que sin piedad hemos llenado de plástico y basura de toda naturaleza, es hora de saldarla. Amanecerá y veremos, dijo el ciego.

Abril – 2021.

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