CórdobaOpinión

Temilda: La negra de las empanadas con huevo

Por Julio Manzur Abdala

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Una densa niebla de dolor cubre el amable espacio de mi pueblo Cereté, amigos, amigas y conocidos, han avanzado en estos días por los caminos del silencio total, sin dar la posibilidad de acompañarlos ni de expresar nuestro pesar por su ausencia eterna.

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En estos días se despidieron para siempre personajes muy populares como Miguel Barguil “El panadero de las galletas turcas”, Abdala Saibis,  mi gran amigo de infancia, el hombre de la “Imprenta” Lito Sinú, encargado de imprimir los carteles con los cuales se nos facilita notificar e invitar a los entierros de familiares o amigos, y hoy, partió “La Negra” Temilda Varilla, la de las ya famosas empanadas de huevo. La tristeza colectiva anida en los corazones sin distingo de razas y clases sociales.

Posiblemente el nombre de Temilda para algunos sea desconocido, pero si les abro el libro de los recuerdos y les hablo de los mejores fritos de Cereté, seguramente la van a identificar.  Era Temilda la encargada de elaborar con estilo propio, fórmula magistral y pasión silenciosa, esos deliciosos manjares que día tras día en su fritanga, ofrecía a sus incontables clientes. La mesa de sus fritos calientes siempre la ubicaba en la calle del Comercio, frente a los billares Champión, destacándose sus carimañolas de yuca con carne, o con queso, sus ricas papas rellenas y, sobre todo, sus empanadas con huevo, de cuyo tentador placer culinario no se privó ningún hombre o mujer que vive o vivió en esa tierra.

Tarde tras tarde su laboriosa figura, con cuidado artesanal, encendía los carbones, calentaba la manteca, elaboraba sus fritos y dejaba correr el sueño de poder vender todos los productos que sus manos expertas fabricaban para calmar el hambre o el antojo de un pueblo insaciable consumidor de su arte culinario. El gusto costeño por por una deliciosa empanada con huevo es casi una adicción, empanada que ella rellenaba con dos huevos batidos, cebolla y tomate picado y con un poco de sal, mientras que en otros lugares el relleno es con carne molida o desmechada con especias y un huevo, sabrosa sí, pero no sabe igual.

En estos días, circula en redes sociales, un video en el cual el escritor y periodista cordobés Juan Gossaín, declama la reconocida poesía del poeta y escritor de las costumbres de la Cartagena de antaño, Daniel Lemaitre Tono, quién a mediados del siglo pasado sembró para la historia el bello poema “La empanada con huevo”, y, buscando exaltar su dulce encanto, el vate expresaba:

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“Cosa vieja, cosa nueva, con que no podía “lo nuevo”, es la empanada con huevo, oriunda de Cartagena.

Si alguna dicha terrena entre los mortales anda, es esa cosa admirada de masa y de huevo frito, nacida en el Corralito una noche de parranda.
No hay adjetivo sonoro, que apologice fielmente una empanada caliente, con su encajito de oro.

Y, siendo una maravilla autóctona y singular, se le deben dispensar, honores de historietilla, pues Bogotá, Barranquilla, el Norte, el Sur y el Oriente, vienen aquí expresamente, para saber a qué sabe, con la mano y con cazabe, una empanada caliente.

Si volviera de la nada, diría ante la empanada, si oyera eterna voz: “espérate papá Dios, que tengo aquí una empezada”.

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Lo que jamás pudo imaginar el ilustre poeta, Daniel Lemaitre,  (1884 – 1961), autor de varios libros, entre los cuales recomiendo la lectura de “Apuntes de mi corral” es que después de 60 años desde mi pueblo Cereté, estoy dispuesto a dar la pelea para afirmar y calificar como la mejor empanada con huevo en el ámbito de las fritangas, es la empanada con huevo de La Negra Temilda.  Ella usaba manteca caliente en un sartén viejo y arrugado como su afamada historia de fritanguera, para producir los fritos que vendía, en la calle del Comercio de mi pueblo Cereté.

Su paso por el mundo de los fritos y la magistral fórmula de ese apetitoso bocado no desaparecerá a pesar de su ausencia, para la tranquilidad de quienes ya han disfrutado la firmeza de su textura y el sabor inigualable de esa arepa con huevo, crocante y con borde de oro.  A quiénes lean este escrito les notifico con la boca hecha agua, que pueden seguir degustando esas delicias culinarias en las mesas de fritos de sus hermanas Mariela y Toribia Varilla, portadoras de la tradición familiar, y así comprobar que la mentira no es mi fuerte y, que no es en Luruaco ni en Cartagena, donde se alegra con mayor gusto el paladar de los amantes comedores de empanada con huevo, sino en esas históricas mesas desgastadas por el uso y los años, que para nuestro orgullo permanecen activas en distintos lugares ubicados a cielo abierto en tierra del Cacique Te, donde cada día crece más, la grata costumbre de comer una apetitosa empanada con huevo caliente.

Puedo afirmar lo dicho con autoridad  — pues he probado las empanadas en los mencionados sitios y en muchos otros –,  que el sabor inigualable de esa famosa pieza culinaria amasada con pasión de fritanguera por las manos de esa Negra, no admiten comparación.

Se nos fue Temilda; con seguridad en la gloria del Señor, se encuentra instalando su mesa y su fogón con carbón, introduce la empanada en la manteca, la sofríe, la saca y le abre una herida por donde le ha de introducir la mezcla de huevos batidos, le sellará el corte con masa nueva de maíz criollo y la depositará nuevamente en el sartén hasta lograr el brillo dorado y la textura crocante de su empanada de huevo, en su entorno se han aglutinado sus paisanos, su hijo Pedro y su esposo, quién en vida fuera mi gran amigo, Pedro “El Nono” Bedoya, todos en espera de saborear en el cielo las delicias de ese manjar terrenal.

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Hoy, en ese querido y populoso barrio Corinto, lugar de su residencia, se puede escuchar el llanto de sus tres hijos y el de su familia y también se pueden observar los ojos humedecidos de sus vecinos y amigos, que le dicen con su corazón encogido, adiós a Temilda, La Negra de las empanadas doradas, la Temilda de la mesa de frito que se había constituido en parada obligatoria de sus paisanos cereteanos.

Abril 2 / 2020.

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