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Sacerdote contagiado de coronavirus fallece renunciando a respirador para darlo a alguien más joven

En el norte de Italia, en la zona foco de la pandemia, en la región de Lombardía, hay historias heroicas de sacerdotes, como la del padre Giuseppe Berardelli, 72 años, que murió en el hospital renunciando al respirador -que le habían donado sus parroquianos cuando se enteraron que tenía el coronavirus – para cederlo a alguien más joven.

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Hoy sus parroquianos lo lloran y lo recuerdan cuando martillaba sus oídos, predicando: “Ámense los unos a los otros…no hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Don Giusseppe era arcipreste de Casnigo, localidad italiana, ubicada en la provincia de Bérgamo, región de Lombardía.

Un operador sanitario de la Casa de Reposo de San Giusseppe de Casnigo contó que el sacerdote renunció al respirador al que tenía necesidad, pero no le importó al saber que podía salvar a alguien más.

Precisamente, en la misa de hoy, en casa Santa Marta, el papa Francisco rezó por los sacerdotes y el personal sanitario que ha muerto, o que ponen sus vidas en riesgo por ayudar a los pacientes de coronavirus:

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“Rezamos por ellos, por sus familias y agradezco a Dios el ejemplo de heroicidad que nos dan al tratar a los enfermos”.

 

50 sacerdotes fallecidos

Por su parte, el periódico de los obispos italianos, Avvenire, este 22 de marzo 2020. informó de la cuenta ingrata de los 50 sacerdotes fallecidos durante la pandemia de coronavirus en Italia, el segundo país con el mayor número de contagiados después de China. 

El recuento de tanto dolor tiene como fuente las diócesis, las parroquias, las familias, los fieles que no dejan de llorara sus pastores.

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El jueves pasado fue el día más dramático, cuando murieron en un día ocho consagrados por Covid-19. Nueve se fueron entre el viernes y el sábado pasado. 

Gran parte del luto se concentra en el Norte de Italia: en Bérgamo, la “ciudad mártir” donde los cuerpos son llevados por camiones del ejército, allí, hay quince. Además, hay otros diecisiete que están hospitalizados.

En Parma, el Covid-19 ha matado a seis, cuatro en Piacenza y otros tantos en Lodi y Cremona. 

El más joven, Don Sandro Brignone, de 45 años, era del sur, de Salerno y era párroco en Caggiano. Mucha gente de cincuenta y sesenta años.

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Estos hombres recuerdan mucho las figuras de aquellos sacerdotes en las trincheras que consolaban a los soldados alpinos y cuerpo de infantería durante la Gran Guerra o que exhortaban a los soldados a tener fe. 

La mayoría de estos sacerdotes estaban activos. “Pastores con olor a oveja”, para retomar las palabras que Francisco y que repitió en estos días llamando a las diócesis y parroquias a dar testimonio de su cercanía.

Los sacerdotes italianos- cuenta el periódico Avvenire– siguen al servicio de los enfermos, de los ancianos, se trasladan a cementerios y hospitales para bendecir los cadáveres en estos dramáticos días en los que ni siquiera es posible celebrar los funerales.

Ellos les leen el Evangelio y la Biblia a los médicos y enfermeros masacrados de trabajo y estrés, visitan además la unidad de cuidados intensivos para dar aliento a los moribundos.

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Los consagrados también prestan servicio en comedores sociales, ayudan a personas sin hogar, siguiendo las directivas de los obispos italianos de usar mascaras, guantes y otros dispositivos para prevenir contagiarse o contagiar.

Con información de Aleteia

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