Opinión

La paradoja trágica de las democracias

Recientemente se publicó la segunda edición del libro titulado: “Cómo mueren las democracias”, publicado por la editorial Ariel y escrito por Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, ambos, profesores de la Universidad de Harvard. En este libro se hace un análisis sobre las democracias y sus patologías; además de esto, se construye la tesis sobre las razones que inciden en la muerte de las mismas.

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La pertinencia y actualidad del tema, permite comprender las dinámicas democráticas no solo en Occidente, sino en América Latina y Colombia. En análisis anteriores he señalado que los sistemas democráticos son frágiles y vulnerables, en especial en Latinoamérica, donde a partir de los años 90 hemos iniciado la transición a las democracias; luego de superar las dictaduras militares de los años 70 que gobernaron la mayoría de los países de la región.

La tesis planteada en este libro complementa y reafirma los análisis que he venido exponiendo acerca del tema.

En este sentido, los autores indican que el nivel de salud o bienestar de un sistema democrático está determinado por una constitución que no solo exista en lo formal, sino que sea real, que responda y sea coherente con la nación que se pretende. Con unas convicciones sobre la libertad e igualdad, una robusta clase media, elevados niveles de riqueza y educación, un amplio y diversificado sector privado. En esta dirección, una organizada sociedad civil y estructurados partidos políticos afines con la agenda de nación. Las anteriores son sin duda alguna, las condiciones que hacen una democracia fuerte, que se convierten en una especie de “vacunas frente a un tipo de quiebra democrática”. Cuando estos soportes institucionales son débiles, la democracia es frágil y fallece; aunque la forma clásica como solemos creer que mueren las democracias, se da a través de las manos de hombres armados. Durante la Guerra Fría, golpes de estado provocaron el colapso de tres de cada cuatro democracias caídas. Las democracias de Argentina, Brasil, República Dominicana, Grecia, Guatemala, Nigeria, Pakistán, Perú, Tailandia, Uruguay… perecieron de este modo. En todos estos casos la democracia se disolvió mediante la coacción y el poder militar. Sin embargo, existen otras maneras de hacer quebrar una democracia, modos menos dramáticos; pero igual de destructivos.

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Las otras formas de cómo las democracias fracasan y mueren, ya no es a manos de militares, sino de líderes electos, de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder. Algunos de estos dirigentes desmantelan la democracia a toda prisa; así es como mueren las democracias hoy en día. Las dictaduras flagrantes en forma de fascismo, comunismo y gobierno militar, prácticamente han desaparecido; los golpes militares y otras usurpaciones del poder por medios violentos son poco frecuentes. En la mayoría de los países se celebran elecciones con regularidad y, aunque las democracias siguen fracasando, lo hacen de otras formas.

Desde el final de la Guerra Fría, la mayoría de las quiebras democráticas no han sido provocadas por militares, sino por los propios gobiernos electos.

Dirigentes elegidos por la población han subvertido las instituciones democráticas. En la actualidad, el retroceso democrático empieza en las urnas. Aún estamos acostumbrados a creer que las democracias mueren por medio de golpes de estado, donde el palacio presidencial es incendiado, el presidente asesinado, o en peores casos, encarcelado o desterrado al exilio.

En cambio, por la vía electoral no ocurre nada de esto. No se ven tanques de guerra en las calles, la constitución y otras instituciones democráticas continúan vigente, la población sigue votando; así mismo, los autócratas electos mantienen una apariencia de democracia a la que van desdeñando hasta despojarla de su contenido. Lo anterior, tiene como contexto las mismas instituciones democráticas, partidos políticos, iguales élites políticas que por temor u oportunismo político, incorporan estas lógicas de poder en el sistema general, poniendo en riego la democracia. Esta es la paradoja trágica de la senda electoral hacia el autoritarismo, donde los asesinos de la democracia utilizan las instituciones públicas de manera gradual, sutil e incluso, legal, con el fin de liquidarla.

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Este es el camino por donde transitan las democracias occidentales actualmente; una nueva forma de liquidarlas; con los mismos actores y contextos.

*Rector de Unicor

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