Rojas, amarillas, verdes, rosadas, blancas, las tiene de todos los colores, pero también de todos los valores, una cartulina está por 50 mil pesos, otra indica que el préstamo para pagar diariamente fue de 247 mil y hay más de 100, 90 y hasta una de 32 mil pesos. En total son 19 cartulinas, cada una con un valor y unas anotaciones diarias que indican el abono que ha ido pagando.
Mientras no se conozcan otros datos, Jhon Israel Mejia Jiménez , un mecánico especializado en latonería, que tiene su taller en un cambuche de Puerto Plátanito, a orillas del río Sinú en Montería, será el Rey de los cobradiarios.
“Yo creo que sí soy el Rey, porque por lo menos aquí en el sector, no hay arenero, vendedor ambulante o chofer de volco que tenga más cartulinas que yo”, dice Jhon Mejia, como si se tratara de una hazaña.
Claro que para muchos es una hazaña que éste hombre de 65 años pueda pagar diariamente más de 19 préstamos a un sinnúmero de cobradiarios que pasan a toda hora por el cambuche hecho en madera, zinc y cartón, donde realiza sus trabajos como latonero y tiene una hamaca para esconderse cuando no hay con que pagar las cuotas.
“Hay días en que no cae chamba, entonces le pongo una cadena con candado a la puerta de zinc para que crean que no estoy y me meto en la hamaca para huir de los cobradiarios”.
Jhon Israel es el mejor ejemplo para explicar como funciona el negocio del cobradiario, los préstamos informales que se tomaron a toda Colombia y en al que están sometidos millones de colombianos, sobre de las clases sociales más necesitadas.
“Este es un señor que prácticamente está secuestrado por los cobradiarios, trabaja diariamente para pagar esos préstamos y él ya se acostumbró a eso. Juega con los cobradiarios, parte de lo que presta hoy lo coge para pagar el préstamo de ayer y así va aumentado las cartulinas y aumentando la deuda que en este momento sobrepasa los dos millones de pesos”, cuenta un taxista que nos llevó a conocer la historia de Jhon Jiménez.
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No se sabe si por ser buen cliente o porque los cobradiarios hacen con él lo que les da la gana nunca dejan de prestarle, a pesar de que se atrasa en los pagos o se esconde para no pagar.
“Yo creo que los cobradiarios tienen es un negocio con él, ya que el otro día vi como firmó la cartulina por 200 mil pesos pero a penas le entregaron 50 mil. Le dan la plata, y del mismo préstamo le dicen que le descuentan las cuotas de las cartulinas pendientes, le dan el vuelto y lo ponen a firmar”, reveló un vecino que pidió no publicar su nombre.
El Rey de los cobradiarios dice que acude a los préstamos que hacen los tipos que andan en moto con unas mariqueras llenas de cartulinas porque diariamente necesita plata para atender a dos hijos que tiene y hacer “las marañitas” que le salen en su taller de latonería.
“Me da miedo prestarles pero tengo que hacerlo por la necesidad del trabajo y además tengo dos hijos que mantener, esto es peligroso, hay días en que esos tipos llegan y como encuentran la puerta con la cadena, la levantan a patadas y comienzan a lanzar amenazas, yo creo que ellos saben que yo estoy en la hamaca, pero gracias a Dios nunca han entrado a pegarme, porque saben que yo me atraso pero pago”, cuenta Jhon Mejia Jiménez.
Pero lo más insólito de este personaje que refleja la realidad de muchos monterianos es que parte de la plata que le recibe a los cobradiarios es para pagar un crédito bancario de un millón de pesos que hizo a una entidad financiera oficial.
Mostrando unas colillas de pago, que no son cartulinas cuenta que “en un banco me prestaron un millón de pesos, pero me atrasé tres meses y me reportaron, me dañaron y por eso ya no me prestan en otro banco a pesar de que estoy pagando lo que debo, porque eso sí, yo no me voy a quedar debiendo esa plata”.
El latonero más endeudado de Montería dice que en estos momentos de campaña está esperando que lo visiten los políticos para mostrarle las 19 cartulinas y el pagaré del banco, para ver como le ayudan.
