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Corregimientos Chinulito y Pichilín, en Sucre, reciben adecuación y dotación de escuelas

El conflicto no les quitó a estas comunidades la esperanza, trabajan para reconstruir su tejido social. Estos dos sujetos de reparación colectiva construyen paz con cada uno de sus pobladores. Obras benefician a 261 estudiantes.

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 La capacidad de creer y levantarse de las adversidades ha quedado demostrada en Chinulito y Pichilín, corregimientos de Colosó y Morra, en Sucre, fuertemente golpeados por el conflicto, pero que hoy miran el futuro con esperanza.

Ayer fueron testigos de que el trabajo conjunto permite desarrollar acciones que signifiquen una mejor forma de vivir. Una alianza entre la comunidad, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Unidad para las Víctimas, permitió entregar a estas comunidades, que son sujetos de reparación colectiva, las obras de mejoramiento y adecuación de las escuelas en ambos lugares, beneficiando a 220 estudiantes en Chinulito y 41 en Pichillín.

Además de las obras de infraestructura, los estudiantes de las escuelas recibieron dotaciones, representadas en materiales didácticos y equipos tecnológicos como computadores y televisores.

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La alianza permitió que el PNUD participara en algunas de las acciones que integran las medidas de restitución y satisfacción contempladas en el Plan Integral de Reparación Colectiva (PIRC), construido con la comunidad.

Desde el PNUD fueron gestionados los recursos ante el Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para el Posconflicto, lo cual permitió realizar la transformación en la infraestructura escolar y la producción de un video para cada corregimiento, en desarrollo de una medida de satisfacción que busca resarcir el dolor a través de la reconstrucción de la verdad, la difusión de la memoria histórica y la dignificación de las víctimas.

“A partir de la estrategia de los Planes de Reparación Colectiva, nosotros nos hemos sumado a este esfuerzo como Organización de las Naciones Unidas y recibimos el apoyo de la comunidad internacional a través del fondo fiduciario multidonante con recursos del Fondo para Construcción de Paz”, dijo Jairo Matallana, Oficial del Programa en Convivencia y Seguridad Ciudadana de las Naciones Unidas.

Franklin Jaraba, líder de Chinulito, destacó la importancia de las obras que tanto el PNUD como la Unidad han desarrollado en la comunidad, así como la participación de la comunidad: “cada lápiz, cada hoja, cada bloque o bulto de cemento utilizado, ha sido concertado con los estudiantes, con las comunidades y con la institucionalidad, aquí no se ha hecho nada de manera aislada y esa ha sido nuestra bandera”.

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El líder dijo además: “este es un esfuerzo que viene desde abajo, nosotros le metimos el pecho a esto y le estamos demostrando al Estado que sí somos capaces de salir adelante y de surgir, que queremos ser piezas que van a dar la solución. Ya debemos cambiar ese discurso asistencialista y ser la solución”.

Al cierre de la jornada, tanto la Unidad para las Víctimas, como el PNUD y la comunidad, coincidieron en que este es el comienzo de nuevas oportunidades de seguir reconstruyendo el tejido social, menoscabado por el conflicto.

Eran pueblos fantasmas
En las décadas de los 80 y 90 y en el inicio del año 2000, Chinulito y Pichilín sufrieron en carne propia las consecuencias del conflicto armado, y los dos corregimientos terminaron convertidos en pueblos fantasmas.

En Pichilín, Morra, el acto de mayor barbarie fue el 4 de diciembre de 1996. Por lo menos 50 paramilitares llegaron al pueblo y asesinaron a 11 de sus nativos, dejando una estela de sangre, dolor y miedo que generó un desplazamiento masivo.

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En Chinulito, Colosó, sucedió algo similar el 13 de septiembre del año 2000, cuando un grupo de paramilitares asesinó a 11 habitantes en lo que se denominó la ‘Ruta de la Muerte’. La masacre generó el desplazamiento de todo el pueblo, pues la orden de los armados era que nadie podía quedarse o sería objetivo militar.

En el 2004, cansados de la dureza de las ciudades a las que se fueron, los desplazados de ambos corregimientos comenzaron su retorno con la firme intención de reconstruir sus comunidades y abonar el terreno para la paz.

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